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domingo, 4 de noviembre de 2012

Atlas: entre el amor y la realidad.

 
Conservando los márgenes existentes en la popularidad y la geografía mismas dadas en el futbol mexicano, dudo mucho que exista un equipo en nuestro país, que -debido a sus condiciones y méritos deportivos tan escasos- pueda despertar en su pueblo esa pasión y esa efervescencia que Atlas despierta -entre los cuales me incluyo como aficionado que soy-.
 
Ángel Fernández alguna vez lo describió así: "Guadalajara -el club- tiene creo yo, muchos atributos en su formación para gozar de la popularidad de la que goza: ha sido campeonísimo, a nivel selección nunca deja de tener presencia y para bien o para mal, siempre se habla del Guadalajara [...] Lo que no entiendo es la afición de Atlas, no ganan, pero son muchos y siempre están. Este fragmento lo encontré en una entrevista que le hicieran al desaparecido comunicador por allá de 1985 cuando Atlas sumaba ya 34 años sin ser campeón. Y es que irle al Atlas, no es sólo irle a un equipo, no es sólo palpar las glorias deportivas que en un momento dado la victoria pueda otorgar; no, es traspasar la muralla -si se quiere- hasta de lo absurdo y lo indeleble, para mostrar que aún en estas épocas y aún en nuestro balompié existen esa mística y ese romanticismo que convierten a este deporte en una fascinación absoluta.
 
Ahora bien, la realidad, es otra. Atlas de Guadalajara, no es campeón de la liga mexicana desde la temporada 1950-1951 cuando de la mano del técnico brasileño Eduardo Valdatti se coronó en el viejo Parque Oblatos frente al que hasta hoy sigue siendo el acérrimo rival: Chivas de Guadalajara -antes Club Guadalajara-. Habrá que anotar que al equipo -como a los demás integrantes del torneo- no se le cuentan los títulos de Copa, que son varios y distan de fechas no tan lejanas, pero dejando de lado la pasión que pueda caracterizar en un momento dado al aficionado, la realidad es que el equipo no tiene una grandeza deportiva que pueda sustentar su grandeza histórica. Todos los Atlistas decimos que Atlas tiene historia -y quizá su número de afición pueda respaldar lo dicho al ser la número 5 a nivel nacional por encima de equipos en recientes épocas ganadores como Toluca, Santos, Monterrey o Pachuca- por sus logros en la exportación de jugadores como Rafael Márquez o Andrés Guardado, por su aportación a la selección mexicana - el máximo artillero de la selección es Jared Borguetti, un hombre formado en Atlas- y porque según esto, nunca traicionamos la filosofía del amor por la camiseta y de que seguimos siendo una A.C y no una S.A como el resto de los equipos mexicanos, pero... afuerza de ser veraz: ¿Qué otra cosa presumimos los aficionados Atlistas si en prácticamente 62 años no se ha obtenido un título?
 
La realidad es cruda y quizá en ella esté el reflejo de lo sublime o de lo amargo que pueda presentar la vida. Una parte muy importante a la hora de explicar la situación del equipo, no recae en su afición, sino en su proceso directivo, donde se gestan -la mayoría de las veces- los resultados acertados o catastróficos que al menos a mí me ha tocado presenciar en 20 años de afición que llevo -comencé a irle al equipo desde los 4 años de edad- y de los cuales la lista parece ser interminable: venta de jugadores sin inversión seria para el armado del equipo, carencia de solvencia económica -inexplicable si toma en cuenta que a lo largo de los últimos años la institución se ha convertido en una fábrica de surtido a  nivel nacional como internacional- deudas con el municipio de Guadalajara tan nefastas como lo es el adeudo no muy lejano de 2010 del agua del estadio, adeudos igualmente tontos relacionados al arrendamiento del estadio Jalisco, ventas desastrosas y estériles como la de Andrés Guardado al Deportivo la Coruña -que aún le debe dinero al Atlas por dicha compra- y como para rematar la posterior venta al mismo equipo, de Diego Colotto que también aún se adeuda una parte; estas son sólo algunas de las calamidosas y terribles elecciones que en su momento ha tomado la directiva atlista, que, por terrible mal, ostenta además un elevado número de socios -cerca de 200- todos con voz y voto que son la viva imagen de que definitivamente muchas cabezas, no llevan sino al desfiladero (mismo mal que padeció la Hydra vencida por Hércules) y es que en Atlas, las camarillas de poder son más enfocadas hacia el bien personal que hacia el bien de sacar adelante al equipo: en términos simples, la típica historia de "quítate tú, para ponerme yo"; a lo cual me pregunto: ¿En serio vale la pena seguir siendo una A.C?
 
Compradores del equipo, no han faltado. Los más recientes serían Rafael Márquez -ícono del club y la selección mexicana, así como del Barcelona de España- y el cantante Alejandro Fernández; el delantero Bruno Marioni -exjugador de Atlas- en su momento también presentó una oferta formal de compra, lo mismo que el dueño de la empresa Akron, actuales patrocinadores del equipo sin embargo, las negativas de la directiva impidieron dicha compra. Y es que hay que decirlo, los socios del equipo, piden literalmente "las perlas de la Vírgen" por un equipo que tiene incontables adeudos tanto con el fisco, como hasta en temas de nómina, lo cual no hace viable el elevado precio que se pide por el equipo.
 
A todo lo anterior, súmense también las malas planeaciones deportivas, que en su momento han llevado al desmantelamiento de buenos equipos -como sucedió en 2005 cuando se desmanteló el equipo que apenas un año antes había sido protagonista del torneo y serio aspirante al título- que llevó a Atlas de ser semifinalista en el Invierno de 2004 a dos pésimos torneos en 2005. Lo último medianamente decente se vivió en 2006 y 2007 con dos liguillas clasificadas - la última de ellas obtenida mediante la extinta "reclasificación"- y en ambos casos perdidas ante el América. De ahí en más, se ha vivido una larga sequía de cinco años, agudizados por la más absurda y terrible mediocridad donde no se es capaz de calificar a una liguilla, en un torneo mexicano donde se premia precisamente a la mediocridad en algunos casos. Y es que si Atlas no ha descendido por cuarta vez a la segunda división, es porque han existido equipos capaces de hacer las cosas peor, de lo que se hace en Atlas, lo cual no deja muy bien parado al equipo. Hoy sin ir más lejos, la realidad es lo que le sigue de incomprensible y lo que le sigue de desesperante, porque Atlas ya no pelea ni siquiera por calificar a la liguilla, sino pelea absurdamente por no descender, una situación que resulta insultante para una afición que a pesar de la ausencia de títulos, sigue en los estadios y sigue apoyando incondicionalmente.
 
Si lo miramos de una manera fría y analítica, Atlas no tiene un plantel hoy en día como para ocupar el lugar número 16 de la tabla; con esto no quiero decir que tiene un plantel como para campeonar (aunque quien sabe, en el futbol cualquier cosa puede pasar, como decía George Best: "el fútbol, es el único escenario en el mundo, donde un buen día el más pobre le gana al más rico") pero sí tiene un plantel suficiente para accesar a un torneo de liguilla o por lo menos, tiene un plantel que ameritaba coronarse en la recién resucitada Copa de liga -Copa MX- donde competía con equipos de segunda división; resulta increíble si se observan los planteles actuales de equipos como Querétaro -que de verdad no tiene plantel ni siquiera para conservar la categoría- o como León -que sin tantos nombres hoy ostenta el tercer lugar general y es un serio aspirante al título- o en el peor de los casos planteles como Jaguares de Chiapas o San Luis, donde ni siquiera se cuenta con material de fuerzas básicas, por tal hecho ya no se encuentra "la punta en la piola".
 
Un hecho a notar -no sólo en Atlas sino en la mayoría de los directivos mexicanos- es la ineficacia para hacer negocio (bueno, ellos creen que hacen negocio) porque en verdad si bien es cierto que la mediocridad de muchos clubes, les alcanza para generar ganancias económicas no sustentadas en sus ganancias deportivas, también es cierto que con una sana planificación deportiva el negocio adquiriría verdaderas dimensiones y en Atlas eso no se ha hecho, no se ha sabido sacarle jugo al equipo de manera seria, mediante la inversión y la paciencia a los planteles; a cambio de eso se venden a los jugadores que empiezan a destacar y así tenemos muchos casos de buenos jugadores que si bien salieron de las fuerzas básicas del club, brillaron -y siguen brillando- en otros lugares, como los casos de Rafael Márquez que brillaría en Mónaco y Barcelona; Jared Borguetti mostraría su talento goleador con el Santos de Torreón donde sería dos veces campeón de Liga; Oswaldo Sánchez -que me parece un portero limitado futbolísticamente pero agrandado por la prensa- ha sido partícipe de campeonatos recientes en Chivas y en Torreón, pero no en Atlas; mismos casos se observan en Juan Pablo Rodríguez, Pavel Pardo, Miguel Zepeda, Jorge Torres Nilo, Andrés Guardado (que hoy juega con el equipo español de mis amores, el Valencia) y un sinnúmero de jugadores más. Los extranjeros que en su momento han brillado en el equipo no se salvan de dicho destino, así tenemos los casos más actuales de Robert de Pinho -vendido en 2005 al PSV de Holanda- de Diego Colotto al Deportivo La Coruña, de Bruno Marioni, de Emmanuel Villa o Denis Caniza por poner sólo algunos ejemplos.
 
No faltan por supuesto los petardos que en su momento han llegado al equipo por malas visiones de las directivas en turno, como sucedería en 2008 con Gonzalo Vargas, Darío Bottinelli, Jorge Bava, Daniel Achucarro, Ismael Fuentes, o Damián Barbosa -que en serio no había visto un portero tan malo como ese- y todo ello con la rotunda finalidad de hacer del equipo un atuténtico cabaret. Si algo habrá de destacar, es que en Atlas nunca se han tenido malos técnicos -salvo Darío Franco que en realidad es malísimo- contando incluso en la lista a Marcelo Bielsa; pero de qué han servido buenos técnicos si no se les tiene paciencia a sus proyectos y sobre todo: no se les da el material para trabajar.
 
De cualquier manera, la esperanza no muere. Al día de hoy Atlas tiene ya prácticamente 62 años sin ser campeón de la liga mexicana y aún cuando es un lastre muy pesado y muy negativo, siempre he dicho y diré, que seguiré siendo aficionado atlista hasta el día en que la muerte me toque el cuerpo y me toque navegar en la barcaza de Caronte, porque seré congruente: el equipo de fútbol es como la novia o mejor dicho, como la mujer que uno de hombre elige como compañera: no se lleva sólo en el pensamiento, sino en el corazón y es además, para toda la vida, tanto en las buenas, como en las malas. Sé además que muchos aficionados al equipo pensarán lo mismo que yo y eso es lo bello de esta afición de colores rojo y negro, que, a pesar de que las cosas marchan terriblemente mal, estaremos ahí para nunca abandonar al equipo.
 
¡Por siempre Rojinegro!